miércoles, 20 de febrero de 2013

del 20/2

Yo soy Silvia Martínez del Río, Cédula de Identidad 1.268.735-5, y hago público que estuve dentro del edificio de la Suprema Corte de Justicia acompañando a la Dra. Mariana Motta.

Digo que afortunadamente dejé de lado mis tareas y me acerqué, afortunadamente subí esas escaleras en medio de una multitud de las mejores personas que tiene este país para acompañar a una de las mejores personas que tiene este país, haciendo uso de mi libertad y mi sentido de responsabilidad colectiva, ejerciéndolas.

Fui como voy a la Marcha del Silencio del 20 de Mayo, cada año. También invité gente amiga a ir, sobre todo a gente joven, sí, lo hice. Declaro que me puedo identificar ante cualquiera en una de las innumerables fotografías que circulan por el mundo dando testimonio de que en Uruguay todavía hay personas con dignidad.

Mi padre, José Pedro Martínez Matonte -Maestro-Director de la Escuela 157 de Villa García de 1950 a 1973- fue preso político. Gracias a la Ley de Caducidad y a los miedos individuales de tantísimos funcionarios del Estado, nadie ha tenido que responder por eso, nadie ha tenido que responder por el cúmulo de maltratos, crueldades, injusticias que sufrió antes del advenimiento de la dictadura, durante la dictadura y después de la dictadura.

Fui en mi nombre y también en el suyo. Fui en nombre del querido Maestro Julio Castro, su mentor, su hermano, su colega y mi admirado amigo ; asesinado en algún centro clandestino de represión. También en nombre del Profesor Juan Fachinelli, mi profesor en el Liceo 14, asesinado en el Batallón Florida. Y en nombre de Rosario Barredo y sus hijos. Una larga lista de nombres que me habitan, una inmensa lista de afectos perdidos en medio del horror fueron conmigo. Por eso fui y volvería a ir una y mil veces.

A mi entender el traslado de la Dra. Mariana Motta, ejemplo de trabajo riguroso, compromiso con su profesión, su cargo y con nosotros la ciudadanía, implica una amenaza y un castigo para quienes esperábamos que en algún rincón de alguna oficina, escritorio, taller, sala de este bendito país algo funcionara como se debe, como merecemos que sea.

A mi entender el traslado de la Jueza Mariana Motta nos dice que leyes más, leyes menos, la Caducidad se hará valer para proteger a muchos y que a nadie se le debe ocurrir en el futuro darle trámite al derecho de los/as torturados, violados, asesinados y desaparecidos, robados a sus familias a conseguir un acto de justicia que repare de alguna forma los crímenes de los que fueron víctimas.

A mis 60 y ya con nietas me urge contribuir a una sociedad mejor en un mundo mejor, defendiendo a las mejores personas. Para lograrlo seguiré subiendo las escalinatas que haga falta, entrando en las salas que sea necesario y gritando si el interlocutor se niega a escuchar, porque todos somos responsables de nuestros actos y debemos tener el valor de nuestras opiniones. El miedo no gobierna mi vida, no quiero un mundo de miedo para mi descendencia ni para nadie. Así de simple. 

Silvia Martínez del Río - Oriental, C.I. 1.268.735-5

1 comentario:

mercedes dijo...

me parece muy bueno el comentario de la compañera. Yo tengo su misma edad y sufrí exilio, tuve que dejar mis estudios y cambiar toda mi vida. Y por eso tampoco ha pagado nadie. Apoyo a la Jueza Mota, y a todos los movimientos y personas que buscan la verdad y justicia en nuestro país.